Una
vez más hemos cerrado el telón del escenario en el que un día tú, Señor,
quisiste ponernos. Momentos de vida y de muerte que riegan la tierra del campo
en el que esparciste la semilla de tu Palabra. Ayúdanos, Señor, a ser tierra
buena, para que cada día crezcas fuerte en cada uno de nosotros y que, en todo
momento, veamos, sintamos y descubramos que el artífice de todo, eres tú; que
eres el que preparas la tierra, el que siembra y el que recoge. Vuelve a poner
tu mirada en el campo de nuestra vida y límpiala de las piedras y las zarzas que
impiden que nuestra fe en ti arraigue con fuerza y se convierta en ese árbol
fuerte, de ramas frondosas, en el que otros se cobijen.
Una
vez más, el día después, acudimos, con el corazón esponjado y lleno de
sentimientos, a tu presencia porque queremos darte GRACIAS. Gracias porque nos
has vuelto a utilizar como instrumentos para trabajar el campo de la fe de
otras personas. Porque con nuestras palabras, cantos y gestos has hablado y
susurrado a los corazones de muchos que para el amor no debe existir medida.
Una
vez más, gracias, Señor, por permitirnos poner nuevamente nuestra mano sobre la
tuya y caminar junto a ti por el sendero de la vida, siendo conscientes de que
las únicas huellas que han ido quedando por el camino han sido las tuyas. Que
no nos cansemos nunca y si en algún momento, fatigados del camino, nos sentimos
sedientos, podamos volver a ti nuestra mirada, para con palabras o sin ellas,
pedirte: “Señor, dame de beber, dame de tu agua viva capaz de calmar mi sed”.
Una
vez más hemos cerrado el telón con la paz y la alegría del discípulo que tiene
la certeza de que Dios es amor y, por lo tanto, digno de toda confianza, con el
deseo de seguir recorriendo, cada día, un camino que nos lleve donde tú
quieras, pero por el que siempre tengamos la certeza de que tú vas con
nosotros, infundiendo en nuestro espíritu el deseo de repetir una y otra vez: “Aquí
estoy, Señor”.
Una
vez más, Señor, una vez más…