Siempre he vivido este musical como espectadora. Un alma anónima en el público, emocionada ante cada canto, ante cada gesto, ante cada latigazo...
Año tras año acudiendo fiel a su representación, como el sediento que necesita agua para calmar su sed. Y es que siempre lo he vivido como una auténtica catequesis, como una puerta para abrir en mí el mensaje de Jesús y contagiarme de la fuerza y entrega de su Madre, María.
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